De como narran los de la Imperial de Valladolid
sus encuentros con la Pedagógica de Magisterio de Segovia
Por Diego Criado del
Rey (Patán) para el libro de la Tuna de Magisterio de Segovia
"Trovadores de este siglo"
Mucha y buena es la relación de la Pedagógica con la Imperial,
Leguleya y Trasegadora de Valladolid, habiendo como resultado con el
paso de los tiempos el vínculo fraterno de Hermanamiento en el año
de N.S. de mil novecientos noventa y cinco.
Demandados los de la
Imperial cómo recuerdan sus encuentros con los de la Decana,
rememoran varios Maestres de esa Estudiantina desde la ciudad del
Pisuerga lo que se narra en la siguiente epístola:
"Aconteció en el primer invierno de mil novecientos ochenta y ocho,
una avanzadilla de los de Derecho cruzaba rauda tabernas y mesones
de Valladolid del lugar neciamente denominado "del Coca", cuando
varios tunos de Magisterio de Segovia surgieron de entre el gentío
libador empuñando sus instrumentos. Con un amable interés que
gratamente nos sorprendió presentáronse, mostrando una sonrisa que
claramente les definía como gente de bien.
Insistieron en que trováramos juntos ante los ruegos de las
solícitas damas que allí se encontraban, y surgió de nuestros dedos
y gargantas "El Parque", interpretado con premura, pues los
leguleyos debíamos acudir presto a rondar a cierta doncella a la
Huerta del Rey (que no a llevarla al huerto, pues ella rehusó ante
la oposición de su novio y dueño).
Poco después los de la
Pedagógica tuvieron la merced de invitarnos en Segovia a un bautizo
de novicios, los de la Imperial tuvimos el acierto de acudir. En
aquella inolvidable noche se bautizó entre otros al Generoso, que
trató de agradecer la visita guiando su cientoveinticuatro cual
peligroso suicida por las angostas calles de Segovia, rascando el
picor de su carrocería con las centenarias piedras de sus casas y
palacios, haciendo la delicia de sus pucelanos pasajeros.
Durante las abluciones,
junto a una fuente más llena de hielo que de agua, asidos de la mano
deslizáronse sobre el glaciar que cubría el empedrado los adalides
de ambas Estudiantinas, mas no como gráciles patinadores sino como
fardos caídos a una panera, lo que les unió en gran manera a partir
de aquel momento y para siempre, siendo premonición de la futura
fraternidad tunil.
Los de la Pedagógica tuvieron el bonito detalle de enviarnos como
embajador y único representante en nuestro bautizo de novatos a un
curioso personaje, erudito y elegante, azote de tahures, apodado el
Esponjas, que tras escandalizar exquisitamente a unas monjas de
cierto hospedaje femenino de Valladolid, desapareció ante el estupor
general sin dejar rastro, y sin que nunca nadie nos haya vuelto a
dar razón de él, ¿dónde estás, Esponjas?.
En otra ocasión, en
Segovia y subiendo en pasacalles a la Plaza Mayor, quiso Patán
(ilustre becado de la Imperial) colaborar con un ágil escolar de la
Decana aupándolo a un balcón donde había cierta "mujer". El juglar
se encaramó a una enorme letra "C" de hierro (y de muchas arrobas)
de un comercio llamado "Castaño". La letra con sangre entra, dicen,
y por ello la "C" quiso penetrar en nuestras molleras abriendo
brecha en nuestras crismas, desprendiéndose del granítico muro para
acariciarnos la testa, no lográndolo gracias a la agilidad y
destreza de que hicimos gala. Y dicen que aquella letra bajó rodando
hasta el milenario Acueducto, donde por respeto se detuvo. Desde
entonces el comercio llamóse "astaño" por algún tiempo.
Volveríamos a encontrarnos en Zamora, en una reunión de Tunas, donde
el pasacalles "La Amapola" causó estragos, no por lo curioso y
novedoso de su ejecución sino por los increíbles, acompasados e
histéricos brincos que los segovianos realizaban, destacando cuatro
de ellos, entre los cuáles se superaban los mil quinientos kilos de
peso, que no fuera título ocioso el de "Tuna de peso", ante el
estupor general.
Certamen Nacional de Tunas de Magisterio, Castellón, año mil
novecientos noventa. La Imperial, Leguleya y Trasegadora de Derecho
de Valladolid acudió invitada con sólo nueve becados y trece
neófitos. Cercano ya el momento de las trovas estaban ausentes Koldo
y Gominolo: "se han ido a jugar al mus con los de Segovia".
Cariñosas menciones a las familias de ambos. Escasos segundos antes
de salir a cantar aparece Gominolo; su aspecto no deja lugar a
dudas: pálido, tambaleándose, la camisa por fuera de sus
interminables carnes... habían perdido y estaban ebrios. Koldo
también siniestro total, agónico, ni siquiera pudo presentarse. Sin
embargo aquellos rufianes también llevaron lo suyo: el vencedor
cosechó en aquella partida (invocando a John Wayne e ingiriendo,
como siempre hacemos, el mejor güisqui: el segoviano) una úlcera
perniciosa y dolencias de espíritu de las que nunca se ha
recuperado, a pesar de los miles de rupias que ha gastado en galenos
mentales. Además no pudo acudir a tocar el contrabajo con su Tuna,
conducta que luego se le afeó mucho.
Otro acontecer se vivió
en la sierra, en un paraje segoviano llamado "Robledo", donde un
pucelano requirió a los próximos trovadores de la Pedagógica para
dar serenata a un grupo de atractivas y voluptuosas teutonas,
acudiendo raudos a la llamada en plena noche. Pasado inactivamente
el tiempo después de dulces canciones, y ardiendo en furor
primaveral, un maese de la Decana arguyó un bonito juego,
consistente en que cada fémina había de extraer un papelillo de una
bolsa, hallándose escrito en cada uno el nombre de un tuno. En
cuestión de minutos, acunados por la noche estrellada, viviendo
intensamente aquel estío, bajo cada roble había una pareja. Las
mancebas demandaron con fingido estupor para hacerlo más
interesante: "¿y ahora cómo continúa el juego?"... y el juego
continuó con gran alborozo.
Fue también el propio
Patán quién en otra ocasión salvó de una muerte cierta, deshonrosa y
patética a un simpático novato de la Pedagógica cuando en Oviedo, en
el año de mil novecientos noventa y dos, tras refrescar su profanado
cuerpo en una fuente, al alba junto a la Catedral, resultó herido
por alguna alimaña subacuática de las que habitan en las Asturias.
El bañista de seguro habría muerto desangrado de no intervenir
valerosamente Patán, que secuestró un vehículo a motor y a su bella
conductora para que el lacerado neófito fuera asistido por algún
galeno. Patán prometió solemnemente no referir jamás este suceso al
padre del herido, tomándose la recompensa con la compañía de la
salvavidas en aquel certamen. Cada uno de los becados de Derecho de
Valladolid y de Magisterio de Segovia, desde aquel año de gracia de
mil novecientos ochenta y ocho, tiene sus propias treinta o
doscientas anécdotas convividas con sus tunos hermanos, todos
castellanos, compañeros de correrías de juventud universitaria.
Lugares como Medina del
Campo, Avila, Santiago de Compostela, Italia, Estrasburgo, El
Espinar, Viseu, y tantos otros nos albergaron en aventuras comunes.
Ahora sólo hemos narrado una muestra y citado unos pocos, pero todos
cabemos en nuestra historia, y los recuerdos son nuestro patrimonio.
Somos Tunas hermanas
por ley desde este año de mil novecientos noventa y cinco, y por
ello nosotros ahora, y después los novatos que algún día dejarán de
serlo, seguirán esta tradición de cantar, beber y reir juntos. Y
sirvan todas estas humildes palabras como pequeño homenaje de la
Imperial, Leguleya y Trasegadora Tuna de Derecho de Valladolid a esa
otra sinigual de la que somos deudores, que pasea el nombre de
Segovia, Castilla y España por todo el mundo: Magisterio de Segovia.